Iba
la muerte descalza por la calle gris y sucia del barrio de Santa Fe, cuando un
hombre con capa y sombrero se cruzó en su camino. Ella, la muerte, paró sus
pasos y se giró a observarlo . De repente, pasó lo inevitable, un cuervo negro
con ojos centelleantes apareció de la nada y plantándose delante del
bolígrafo exclamó: - Però tu no escivies
en català?
Deu
meu! L’ensurt que m’ha fotut el corb m’ha fet caure de la cadira i ara porto
dos punts al cap. No es pot estar tan concentrada quan els animals tenen veu
propia dins les històries.
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